miércoles, 28 de octubre de 2009

DISCURSO DE ESPERANZA AGUIRRE ANTE LA DIRECTIVA

Queridos amigos y compañeros de la Junta Directiva Regional del Partido Popular de Madrid,

Creo que todos somos plenamente conscientes de la intensidad que hoy ha cobrado la vida política española, y somos también conscientes de la responsabilidad que las mujeres y los hombres del Partido Popular tenemos en estos momentos de crisis, y no sólo económica.

Durante su primera Legislatura Zapatero se empeñó, con éxito, en demostrar que era el presidente más sectario de la historia democrática de España.

A pesar de contar sólo con una mayoría insuficiente, Zapatero acometió una serie de iniciativas que buscaban acabar con el marco constitucional que los españoles nos habíamos dado en 1978 y del que todos estábamos bastante orgullosos y moderadamente satisfechos.

Ni Felipe González ni José María Aznar, que sí tenían mayorías absolutas, quisieron afrontar cambios en ese marco constitucional ni dejaron de buscar los consensos para las decisiones más importantes que adoptaron durante sus mandatos.

Zapatero, por el contrario, puso en marcha una serie de iniciativas que, de hecho, han modificado la España Constitucional. Ha actuado de forma inédita en la democracia española donde, desde la transición, estaba acuñada la costumbre de buscar los consensos para las grandes reformas.

Zapatero no ha dudado en poner en práctica reformas constitucionales y legislativas muy graves que no había llevado en su programa electoral del 2004 ni del 2008. Lo más grave, sin duda, es que Zapatero ha dado pasos de muy difícil reversión hacia su proyecto - nunca confesado explícitamente- de hacer una España federal o confederal. De ahí lo del Estatuto de Cataluña, que no es, solamente, una cesión a los nacionalistas de izquierda para mantenerse en La Moncloa, sino un paso de gigante en ese proyecto inconfesado de Estado federal. Sin ningún complejo ha impulsado iniciativas que no respondían a ninguna necesidad social pero que le permitían, por un lado, presentarse como adalid de la modernidad y de unos derechos muy discutibles, y, por otro, molestar y dividir a, por lo menos, la mitad de los españoles.

Porque, como muy bien ha demostrado en estos casi seis años de gobierno, le gusta provocar esas divisiones y sabe sacar provecho  político de las situaciones que él mismo provoca de escisión social entre los españoles. De ahí sus leyes de "memoria histórica", de "matrimonio" homosexual, de aborto o de igualdad.

Su afán por cambiar España no se ha limitado a proponer cambios estatutarios o legislativos, sino que ha llegado a buscar la forma de cambiar, también, la conciencia y la forma de pensar de los ciudadanos. En este sentido su "Educación para la ciudadanía" es un claro ejemplo de intromisión en las conciencias de los alumnos para inculcarles unos criterios morales y políticos determinados.

Con todas estas medidas sectarias ha ido avanzando hacia un ideal de país, de sociedad y de individuos, basado en sus principios, que son una herencia del socialismo más antiguo mezclados con algunas recetas de los movimientos anticapitalistas, antiglobalización, antisemitas, antinorteamericanos.

Si el sectarismo de Zapatero lo conocimos desde el primer momento de su primer gobierno, y quiero recordaros la celeridad que se dio para acabar con Un Decreto con la LOE y eso que el fracaso de las leyes educativas socialistas es un clamor. Pues bien, si su sectarismo ya lo conocimos desde que empezó a gobernar, en esta Legislatura, y en su manera de afrontar la crisis económica que estamos viviendo, estamos descubriendo y sufriendo sus profundos errores.

Porque hay que señalar que la crisis económica mundial toma en España tintes dramáticos por la especial incidencia que tiene en el empleo. El dato de que la tasa de desempleo española es más del doble que la media europea ya debería ser un argumento para un cambio radical en sus políticas.

Pero, por el contrario, Zapatero ha decidido -a nuestro modo de ver, de forma radicalmente equivocada- aplicar políticas típicamente socialistas, pero de las que ya no aplica nadie en ningún país de Occidente: aumentar la deuda hasta extremos asfixiantes, fomentar gastos no productivos (keynesianismo de abrir zanjas para después cerrarlas), tapar los fracasos de todos los bancos sin distinguir los buenos de los malos, y, sobre todo, esparcir grandes dosis de populismo y de demagogia (con un discurso en el que se presenta como la única garantía de conservación del estado de bienestar y en el que amenaza veladamente a los parados con la desaparición de los subsidios al desempleo si no gobernara él).

Ante esta situación que ha creado Zapatero con su sectarismo y su contumacia en los errores de política económica y social, la responsabilidad de los que formamos el Partido Popular se acrecienta enormemente.

No tengo que decíroslo porque es una experiencia que todos vosotros vivís a diario: cada vez son más las personas que se acercan a nosotros para pedirnos ayuda, para escuchar nuestras propuestas y para darnos ánimos en la labor de oposición a Zapatero para detener la cadena de errores y de disparates que está cometiendo.

Y no podemos fallarles a tantos como confían en nosotros.

Por ejemplo, nosotros, desde el PP, estamos convencidos de que para salir de la crisis sólo hay un camino, el de las grandes reformas, que por demagogia y por populismo no se afrontan: la energética, la laboral, la educativa, la universitaria, la fiscal, la del suelo y la vivienda y, también, la institucional.

Y tenemos que preparar claramente nuestras propuestas en materia económica porque se hacen cada día más necesarias para los miles de españoles que se van al paro cada día y a los miles de jóvenes que, como en los primeros años noventa, se encuentran absolutamente desmoralizados ante la imposibilidad de encontrar un empleo.
Como también tenemos que estar preparados para liderar la reconstrucción de todo lo que ha roto Zapatero, empezando por el consenso constitucional.

Son muchas las cuestiones que, tras el paso de Zapatero, habrá que revisar en el edificio institucional y constitucional de España. Son muchas y muy trascendentales las cuestiones que habrá que abordar con valentía para recuperar lo que con Zapatero se ha perdido.

Y para eso hace falta un Partido Popular en plena forma y perfectamente entrenado. Para eso hace falta que todos redoblemos nuestros esfuerzos y reforcemos nuestro compromiso con los valores y los principios de nuestro Partido.

Porque no podemos fallar a todos los que confían en nosotros.

Y ahora quiero hablaros también de los acontecimientos que turban la vida de nuestro Partido en las últimas semanas. Siempre he dicho que ninguna organización humana, empresa, institución o partido político está libre de que alguno de sus miembros abuse de la confianza que en él se deposita.

Lo que distingue a unas organizaciones de otras es la forma de reaccionar ante los casos de corrupción. Y ahí, aunque eso les moleste a nuestros adversarios, la diferencia con ellos es abismal. Por eso, todos los responsables políticos de nuestro Partido que aparecen en el asunto Gürtel han cesado de sus responsabilidades, ha causado baja cautelar en el Partido o han sido expulsados.

Y es que, salvada, por supuesto, la presunción de inocencia, nuestro Partido siempre tiene y va a seguir teniendo en su honradez su mejor seña de identidad. Aunque les moleste a los que llevan casi un año filtrando escuchas que no sabemos si son o no legales, si son o no verdad. Aunque les moleste a los que están instruyendo este caso de forma que sea muy difícil saber de qué se acusa y a quién.

Nosotros, y ahí sé que cuento con vuestro apoyo y con vuestra colaboración, vamos a seguir inflexibles frente a la corrupción, frente a cualquiera que utilice la política para buscar su beneficio personal o para enriquecerse de forma delictiva.

La honradez es uno de nuestros mayores tesoros de cara a esos muchos millones de españoles que confían en nosotros y que esperan que seamos nosotros, las mujeres y los hombres del Partido Popular, los que lideremos la recuperación de la España que Zapatero está dejando irreconocible.

Cuento con vosotros. Vuestro trabajo y vuestra ilusión son ahora más necesarios que nunca, creo que os lo he explicado con bastante claridad.

Muchas gracias.

No hay comentarios: